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La batalla de Ayacucho, ahora en el siglo veintiuno | Cubadebate.

 

La batalla de Ayacucho, ahora en el siglo veintiuno

6 Octubre 2012 5 Comentarios

presidente_hugo_chavez_campana_electoralLa batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824, selló el destino del imperio español en América del Sur. El Gran Mariscal de esa heroica batalla, Antonio José de Sucre, en su arenga final a los soldados pronunció las siguientes palabras: “de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia.” El próximo 7 de Octubre Nuestra América se encamina hacia una segunda batalla de Ayacucho. Las elecciones que se llevan a cabo en la República Bolivariana de Venezuela tienen, como el heroico combate librado en tierras peruanas, una extraordinaria resonancia continental. Un triunfo del presidente Hugo Chávez Frías fortalecería los aires de renovación política, económica y social que recorren América Latina y el Caribe desde finales del siglo pasado y que nos han permitido dar importantes pasos hacia nuestra segunda y definitiva independencia. Su derrota, en cambio, implicaría un fenomenal retroceso no sólo para Venezuela sino para los países del ALBA y, además, para toda Nuestra América.

Las chances de un desenlace tan desafortunado son muy bajas, pero no inexistentes. Casi la totalidad de las encuestas, aún las más afines con la oposición, dan como ganador a Chávez. El disenso viene a la hora de estimar el margen de su victoria, que dependerá de factores circunstanciales propios de la jornada electoral. Sobre todo, de la proporción de votantes que acudirá a las urnas, cosa que puede verse afectada, por varios factores: el decaimiento del fervor militante de los cuadros medios del chavismo que movilizan y organizan a la base popular; el atosigamiento y la confusión intencionalmente sembrada por los medios de la derecha que dominan el espacio público; la apatía luego de un tenso y complejo período pre-electoral; el temor y la desactivación política que provocan los permanentes ataques de Estados Unidos en algunos segmentos del electorado e inclusive por algo tan aleatorio y ajeno a la lucha política como el estado del tiempo. Un 7 O que amanezca como un día horrible y lluvioso puede hacer que algunos chavistas prefieran quedarse en sus casas, dando por descontado el triunfo de Chávez; un bello día cálido y soleado puede hacer que otros tantos decidan ir a disfrutar de algunas de las bellísimas playas con que cuenta Venezuela. En ambos casos, el principal perjudicado por la deserción ciudadana sería Chávez, desincentivado su electorado de ir a votar por la certidumbre de la victoria de su líder, proclamada, temerariamente por quienes se suponen que juegan a favor del gobierno. Por eso Chávez ha dicho, con razón, que “nuestro peor enemigo es el triunfalismo.” Si la concurrencia a las urnas de los chavistas suscita algunos interrogantes, la derecha en cambio ha logrado solidificar un núcleo duro que está dispuesto a todo y que irá a votar bajo cualquier circunstancia. Los 3.200.000 que participaron de la interna que eligió a Capriles como candidato es un dato cuya importancia mal podría ser subestimada. Ese núcleo duro no le alcanza para ganar, pero si para librar una fuerte batalla. Para resumir: si el 7 O el multitudinario enjambre de organizaciones populares del chavismo logra que sus bases sociales se vuelquen en masa a las urnas el amplio triunfo de Chávez está asegurado.

Pero aparte de la tasa de participación electoral hay otros factores que también cuentan. En sus últimos discursos el presidente ejerció una noble y valiente autocrítica en relación a la gestión oficial, misma que podría haber desalentado a cierto segmentos de sus seguidores. Sin embargo, a la hora de elegir entre avanzar y profundizar por el camino de la Revolución Bolivariana -que ha construido un país muchísimo más justo y democrático, dando esperanza a sectores que antes no tenían ninguna- o retroceder y perder todo lo ganado, cosa que obviamente ocurriría ante una eventual triunfo de Capriles, aún los desafectos e irritados por algunos problemas de la gestión (como la inflación y la inseguridad, entre otros) seguramente renovarían su confianza en el proceso bolivariano. Saben, y si no lo saben lo intuyen, que con el triunfo de Capriles se volvería atrás una página de la historia y que Venezuela se convertiría en un nuevo protectorado de Estados Unidos; que sus inmensas riquezas petroleras serían saqueadas sin pausa por el imperialismo norteamericano, obsesionado por recuperar el absoluto control de un elemento como el petróleo del cual grandemente depende el modo americano de vida y su propia seguridad nacional. Esa y no otra es la verdadera misión de las 14 bases militares estadounidenses que han construido un intimidatorio cordón sanitario rodeando todo el territorio de la República Bolivariana y perturbando el normal funcionamiento de sus instituciones democráticas. (Cabe preguntarse: ¿cómo sería el proceso electoral norteamericano si el país estuviera rodeado por 14 bases militares de un país hostil, que caracterizara año a año a Estados Unidos como un santuario de terroristas?) Saben también que se acabarían los programas sociales que ciudadanizaron a millones de personas, que universalizaron el acceso a la salud y la educación como jamás antes; que se reinstalaría la corrupta partidocracia que gobernó a lo largo de casi todo el siglo veinte sumiendo en la pobreza a millones en uno de los países potencialmente más ricos del mundo y que los factores que dieron origen al “Caracazo” de 1989 serían una vez más puestos en funcionamiento.

En el plano internacional la derrota de Chávez alimentaría la contraofensiva del imperialismo para aplastar el espíritu rebelde y la voluntad contestataria que se apoderaron de muchos países de la región y que dieron lugar a la derrota del ALCA en Mar del Plata en el 2005. A raíz de ello una noche negra descendería sobre Nuestra América. Por todas estas razones decimos que las elecciones del próximo domingo tienen un significado histórico análogo al que, en su momento, tuvo la Batalla de Ayacucho: de su resultado depende el futuro de América Latina y el Caribe Si el campo popular no es consciente de su enorme importancia, la derecha y el enemigo imperialista lo son y a plenitud. Por eso hace meses vienen pregonando que “habrá fraude”, aunque el Centro Carter y el propio ex presidente Jimmy Carter hayan declarado hasta el cansancio que el sistema electoral de la Venezuela bolivariana es uno de los mejores y más transparentes del mundo, superior, recalcaba Carter, al de los Estados Unidos. Esto no es casual: el coro desafinado de estos críticos -omnipresentes en toda la prensa hegemónica de las Américas, en sus diarios tanto como en sus radios y canales de televisión, todos repitiendo el mismo guión- no hace otra cosa que preparar el clima ideológico que justifique el desconocimiento del resultado electoral, la desestabilización política y eventual sedición de algunos grupos y regiones ni bien el veredicto de las urnas ratifique el triunfo del Comandante Chávez. La oposición antichavista no está compuesta por competidores leales que comulgan con el juego democrático. El propio Capriles fue uno de los energúmenos que intentó tomar por asalto la embajada de Cuba en Caracas cuando el golpe de estado del 2002 para ajusticiar a los chavistas allí refugiados, algo que ni Videla ni Pinochet se atrevieron a hacer durante sus respectivas dictaduras. Es difícil que una coalición cuyo líder posee semejantes cualidades acepte hidalgamente el previsible revés electoral. Por eso habrá que estar muy preparados, dentro y fuera de Venezuela, para defender desde las calles y plazas y de inmediato el triunfo obtenido por Chávez en el escenario institucional. A nivel internacional será necesario manifestar sin demora alguna la solidaridad de los movimientos sociales y fuerzas políticas de izquierda con Chávez, y exigir a los gobiernos de la UNASUR que comuniquen a los derrotados que cualquier intento de desestabilización o golpe de estado condenaría a los golpistas al ostracismo y que Venezuela en ese caso se convertiría en un paria internacional. No creemos que sea necesario porque, insistimos, el triunfo de Chávez es un hecho. Pero sería bueno adoptar una actitud de permanente vigilancia y movilización. Porque, como lo recordaba sabiamente el Che, “a los imperialistas (y sus lacayos vernáculos) no se les puede creer ni un tantico así.”


Se han escondido detrás de la retórica y del convencimiento del oprimido de que está oprimido por su propia culpa muchos años. Es hora de ir despertando y de garantizarles a nuestros hijos un mundo mejor. El gobierno argentino ha hecho muy bien, su deber no es con los intereses de unos pocos en España, Argentina o cualquier otro lugar, su deber es proteger los intereses del publo argentino, y con ello los intereses de los pueblos en general.

Los dejo con este lúcido artículo de Atilio:

Sobre Repsol-YPF, España y otras muchas cosas

El conflicto suscitado entre Buenos Aires y Madrid a propósito de la expropiación del 51% de las acciones que Repsol tenía en YPF ha desatado virulentas reacciones por parte de las autoridades del Estado español y sus voceros.

El repertorio comprende toda suerte de amenazas en contra de Argentina -y, por extensión, en contra de quienes, con independencia de nuestras opiniones acerca del actual Gobierno, habitamos en esa tierra- proferidas por altísimos funcionarios del Gobierno como la
vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría; el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y otras figuras menores del séquito de La Moncloa y secundadas por un coro impresentable de mal hablados e ignorantes hasta el tuétano que dicen ser periodistas, pero que, en realidad, parecen más bien ser supervivientes descartados del casting que Luis Buñuel organizó para seleccionar a los mendigos de Viridiana.

Alentados por sus mandantes, estos personajes repiten desaforadamente y sin gracia el libreto que les pasan sus mentores, auspiciantes y empleadores, no ahorrando epítetos dirigidos a la presidenta, Cristina Fernández, sus ministros, el partido del Gobierno y, ya en el aquelarre, a todos los argentinos, cómplices indirectos del «robo» sufrido por una inocente españolita llamada Repsol.

Por supuesto, ese espectáculo denigrante también lo tenemos en Argentina, pero, tal vez afectados aún por el reflejo del colonizado, pensábamos que en esa España, que tan machaconamente se vanagloria de su condición europea (Freud ya advirtió sobre lo que ese síntoma podría significar), tal cosa no podría ocurrir. Pero ocurre. Y no solo eso: a medida que pasan las horas, el Gobierno del Estado español ha avanzado en una campaña para aglutinar «en defensa de España y los españoles» la ayuda de sus compinches europeos, esos bribones que perpetraron el golpe de Estado en Grecia cuando el pobre Papandreu, movido tal vez por el recuerdo de la Oración Fúnebre de Pericles y su exaltación de la democracia, tuvo la inoportuna idea de decirle a quienes ahora acuden en ayuda del Gobierno español que quería solicitar la opinión de los griegos acerca del plan de ajuste salvaje que le proponían sus salvadores.

Al día siguiente, la pérfida troika que hoy gobierna Europa -la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI- lo desalojó a puntapiés en el trasero y lo sustituyó por uno de los suyos: un émulo contemporáneo del consigliere de don Corleone, para que maneje con la pulcritud propia de un tahúr del casino financiero global los destinos de Grecia. Por supuesto, estos bandidos no operan solo en Grecia y están asolando casi toda Europa, como bien lo saben quienes viven en el territorio del Estado español, sometidos a un ajuste de una brutalidad que no tiene nada que envidiar a las peores experiencias latinoamericanas en la materia. La cosa no es solo con Grecia, es con todos.

En su afán por defenderse de la agresión argentina, Rajoy y los suyos buscaron (y consiguieron) el apoyo del emperador y premio Nobel de la Paz (el mismo que dijo que «se hizo justicia» cuando le informaron que habían asesinado a Osama Bin Laden ante su propia familia y cuya secretaria de Estado estalló en carcajadas al enterarse del linchamiento de Muammar Gadafi). Ya en las Américas, los enviados de Madrid obtuvieron en México el apoyo de don Felipe Calderón, quien por su ineptitud e inmoralidad sumió a ese maravilloso país -en realidad, mi segunda patria luego de ocho años de exilio- en la crisis más grave del último siglo, por decir lo menos. Postrado indecorosamente ante los dictados de Washington y la violencia criminal de los narcos, Calderón se rasga las vestiduras junto a los paniaguados del Partido Popular ante la tibia medida adoptada por el Gobierno argentino.

Quienes viven en el Reino de España saben muy bien que Repsol es una transnacional en la que algunos ricachones tienen depositados sus dineros en acciones de la compañía. La participación de ese sector en el total del capital accionario de la empresa es del 43%. Y como dijera hace apenas un par de días un colega de la Universidad de Sevilla, «confundir los intereses de Repsol con los de España es un insulto a la inteligencia de los españoles. Ni es española por la composición de su capital -mayoritariamente en manos de intereses extranjeros-, ni por la estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho, porque beneficie principal o sustancialmente a las familias o empresas españolas. Más bien todo lo contrario».

La opinión de Torres López contrasta con las declaraciones del estadista en ciernes, Felipe, príncipe de Asturias y heredero del trono de España (hasta el momento en que los españoles se despierten y acaben con una institución tan inútil, parasitaria, costosa y corrupta como la monarquía), quien ha agradecido «todo lo que Repsol hace y ha hecho, que es mucho, por el bienestar de numerosos países, así como expresar todo el apoyo a quienes hacen posible su importante tarea en España y fuera de España».

En su artículo, Torres López aporta algunos datos interesantes de lo mucho que Repsol ha hecho por el bienestar de España, en palabras que hago mías sin reservas: «Utiliza paraísos fiscales para tratar de tener aquí la menor carga fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de pequeñas y medianas empresas españolas al someterlas a condiciones de pagos draconianas a pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y liquidez suficientes».

En síntesis, el pleito del Gobierno argentino no es con España o los habitantes del Estado español. Es con una empresa que aquí también ha incurrido en las habituales prácticas depredadoras que todas las transnacionales sin excepción incurren en todo el mundo, incluyendo sus propios países. Y esto fue hecho, preciso es decirlo, con la complicidad de las autoridades argentinas, tanto de las provincias como de la nación, que hicieron la «vista gorda» ante el descarado incumplimiento de las obligaciones contraídas en los contratos de privatización de YPF. Gracias a esta negligencia oficial, sobre cuyas (malas) razones preferimos, por ahora, no expedirnos, Repsol pudo explotar los yacimientos conocidos, y hacerlo de mala manera, sin cuidarlos como se debe, y sin tener tampoco que preocuparse por tomar los riesgos financieros que supone la exploración y búsqueda de nuevos mantos petrolíferos o gasíferos, cosa a la que contractualmente estaba obligada. Pudo también remitir el 90% de sus utilidades, ante la mirada distraída de los entes estatales encargados de fiscalizar sus operaciones en la Argentina.

Pudo ocultar operaciones, al punto tal que recién con la intervención de Repsol-YPF se conoció que había una compañía denominada Repsol YPF Gas S.A, que se encontraba en poder de Repsol sin que los sagaces ojos de los funcionarios de diversos entes reguladores de Argentina se hubieran percatado de ello.

Por eso, cuando la presidenta envió el proyecto de ley expropiando las acciones de Repsol en YPF no incluyó la de aquella empresa, cosa que hubo de corregir apresuradamente una vez que la intervención hizo el anuncio correspondiente.

Esto nos recuerda lo ocurrido cuando, después del paro petrolero que PDVSA hizo en contra del Gobierno de Chávez y producida la intervención de la firma, los venezolanos se enteraron de que esa empresa estatal era la ignota propietaria de la cadena de gasolineras CITGO, con unas 6.000 bocas de expendio en EEUU. Estas prácticas de ocultamiento, fuga de capitales, evasión fiscal, incumplimiento de obligaciones contractuales son corrientes en el mundo de las grandes compañías. Y ocurren porque los gobiernos consienten este tipo de conductas. De otro modo sería imposible.

El Gobierno argentino tiene razones muy fundadas para avanzar sobre Repsol. Pero esto es apenas un primer -y tibio- paso, porque la crisis energética de Argentina, y de la cual Repsol es altamente coresponsable, no se solucionará con las medidas tomadas. Hay que ir mucho más a fondo. No se entiende por qué no se expropian todas las acciones, incluyendo las de los argentinos nucleados en el Grupo Petersen, una suerte de proto-burguesía nacional inventada con malas artes por el kirchnerismo y cuyos resultados fueron desastrosos. Además, dado que Repsol-YPF representa el 30% de la producción hidrocarburífera de Argentina, ¿qué se va a hacer con el 70% restante? ¿O es que se piensa, erróneamente, que las otras empresas actúan con patrones de moralidad y eficiencia superiores a la de la española? ¿O que la crisis energética se solucionará actuando solo sobre Repsol-YPF?

Como se puede apreciar, son muchas las críticas que se pueden formular a la iniciativa de la Casa Rosada. Pero, de lo que no cabe ninguna duda es que no se debe identificar a España con Repsol. Para nosotros España son los versos de Machado, Alberti, Hernández, García Lorca; la pintura de Picasso y la tragedia de Guernica, fabulosamente retratada por su pincel; es Manuel de Falla y Pablo Casals, o la filosofía de Sacristán Luzón, Sánchez Vázquez y el humanismo de Roces, Gaos, Imaz. Y entre quienes están entre nosotros, la excelsa pluma de don Alfonso Sastre, la de él y su sombra, a cuál más incisiva.

Eso es España para los argentinos. Y no la picaresca ramplona de lobistas como Felipillo o Aznar, el siniestro ascetismo de Escrivá y Balaguer, o la obra, la obra de verdad que impulsa el Opus Dei, de los saqueadores profesionales que se lanzaron a la reconquista de América a caballo del tsunami neoliberal que asoló nuestras costas desde mediados de los ochenta, expertos en vaciar empresas, fugar capitales y corromper políticos y periodistas.

Tenemos una larga lucha por delante. Los pueblos de España y de América Latina y el Caribe debemos ser conscientes de que tenemos los mismos enemigos. Los que destruyen la legislación laboral y provocan paro y empobrecimiento en el Estado español son los mismos que han provocado el holocausto social y ecológico que hoy padecen los países de este lado del Atlántico.


Atilio Borón denuncia represión de Facebook por criticar a Hillary Clinton.

Días pasados cometí un “error imperdonable”: criticar acerbamente a la Secretaria de Estado Hillary Clinton cuando ante el quinto asesinato de un científico iraní se limitó a encogerse de hombros y decir que aquello era resultado de las provocaciones de Teherán al negarse a suspender su programa nuclear. Dije entonces, y lo repito ahora, que la Clinton es “el eslabón perdido entre las aves carroñeras y la especie humana”, recordando su carcajada cuando le comunicaron el linchamiento de Gadaffi. Pero mi “error” fue postear esa opinión en Facebook: pocas horas después se me prohibió el acceso a mi cuenta y tomar contacto con más de mis siete mil seguidores. Lo que vino después es una historia kafkiana, aún inconclusa, para tratar de recuperar el acceso a mi cuenta. Toda clase de triquiñuelas y obstáculos fueron puestos en este empeño y aún hoy, Jueves 19 de enero, casi tres días después del incidente, no he podido volver a utilizar mi cuenta. Para colmo, jamás pude tomar contacto con persona alguna de Facebook y todas las preguntas que podían hacer eran estereotipadas y obtenía, de un robot, respuestas igualmente estúpidas y estereotipadas. Ninguna respondía a la pregunta crucial: ¿por qué me habían bloqueado el acceso a mi cuenta de Facebook?

La conclusión de todo esto es algo que ya sabía y que lo vengo diciendo desde hace largos años, en contraposición a encumbrados sociólogos y analistas que dicen tonterías tales como “la red es el universo de la libertad, no hay centro, no hay control, es democracia en grado superlativo”. Estos teóricos de la resignación y el desaliento parecen ignorar que la web está super-controlada -no que va a estar sino que lo está ya, de hecho- y las infames iniciativas legislativas estadounidenses como la SOPA y la PIPA no son sino tentativas de legalizar lo que ya están haciendo. Como también lo vengo diciendo hace años, nada hay más peligroso que un imperio en decadencia: se tornan más brutales, inmorales, inescrupulosos. Ahora, ante el surgimiento de una peligrosa ola mundial anticapitalista en Europa y mismo en EEUU (con el movimiento de los Ocupen Wall Street) que se agrega a lo que viene ocurriendo en América Latina desde hace una década, los drones y los asesinatos selectivos de líderes resultan insuficientes. Deben cortar la comunicación “desde abajo” y “entre los de abajo” porque saben muy bien que un prerrequisito para la organización de la resistencia ante -y la ofensiva contra- la burguesía imperial y sus secuaces en la periferia es precisamente la posibilidad de establecer comunicaciones e intercambiar informaciones entre los oprimidos y las víctimas del sistema. Saben muy bien que eso es esencial para frustrar esta oleada insurgente, mucho más grave y de mayores repercusiones que las que tuvo en su momento el Mayo francés. Por eso están apretando todos los torniquetes. Por eso debemos redoblar la lucha para democratizar no sólo el Estado y las empresas sino también las comunicaciones, la prensa y, más que nada, la web. No por nada uno de los generales del Ejército estadounidense declaró en una audiencia del Congreso que “hoy la lucha antisubversiva se libra en los medios”, uno de los cuales, tal vez el más importante, es la internet. De ahí tantos controles. (Tomado del blog del autor)


En honor

a las Marianas y los Maceos

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