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Realmente un canto a la vida y una exhortación al disfrute, muy hermoso artículo, como todo lo que leo de Frei Betto.

El arte de reinventar la vida

Se acaba un año, comienza otro nuevo. Y siempre un propósito íntimo: “De aquí en adelante todo va a ser diferente”… Comenzar de nuevo. ¿Será verdad? ¿Escaparemos del vaticinio del verso de Fernando Pessoa: “fui lo que no soy”?

Se le atribuye a Gandhi esta lista de los siete pecados sociales:

1. Placeres sin escrúpulos.

2. Riqueza sin trabajo.

3. Comercio sin moral.

4. Conocimiento sin sabiduría.

5. Ciencia sin humanismo.

6. Política sin idealismo.

7. Religión sin amor.

¿Y ahora, José? En el mundo en que vivimos, ¡cuánto desenfreno, corrupción, nepotismo, ciencia y tecnología con fines bélicos, prácticas religiosas fundamentalistas, arrogantes, extorsionadoras!

Los iconos actuales, que marcan el comportamiento colectivo, no tienen casi nada del altruismo de los maestros espirituales, de los revolucionarios sociales, del humanismo de científicos como los dos Albertos, Einstein y Schweitzer. Hoy predominan las celebridades del cine y de la TV, las cantantes exóticas, los deportistas multimillonarios, sugiriendo que la felicidad es el resultado de la fama, la riqueza y la belleza.

Imposibilitada de salir de sí, de romper su egocentrismo (por falta de paradigmas), una parcela de la juventud se refugia en las drogas, en la búsqueda virtual de un “esplendor” que la realidad no le ofrece. Son niños y jóvenes maleducados para la solidaridad, la compasión, el respeto a los más pobres. Una generación desprovista de utopía y de sueños libertarios.

La australiana Bronnie Ware trabajó con enfermos terminales. A partir de lo que vio y oyó, catalogó de este modo los cinco principales arrepentimientos de las personas moribundas:

1°) Me gustaría haber tenido la valentía de vivir una vida verdadera para mí, y no la que otros esperaban de mí.
Al atardecer de la vida podemos mirar hacia atrás y constatar cuántos sueños no se hicieron realidad. Porque no tuvimos la valentía de romper amarras, de romper grilletes, de imponernos disciplina, de abrazar lo que nos hacía felices, y no lo que mejora nuestra foto ante miradas ajenas. Cambiamos la felicidad de la persona por el prestigio de la función. Y muchos se dan cuenta de que, en la vida, tomaron el camino equivocado cuando estaban llegando a la meta, sin tiempo ya para elegir alternativas.

2°) Me gustaría no haber trabajado tanto.
Éste es el arrepentimiento por no haber dedicado más tiempo a la familia, a los hijos, a los amigos. Tiempo para recrearse, meditar, practicar deportes. La vida, tan breve, fue consumida en el afán de ganar dinero y no de imprimirle la mejor calidad. Y en este mundo de aparatos que nos mantienen conectados día y noche nos mantenemos permanentemente absortos; hacemos reuniones por celular hasta cuando manejamos el auto; peleamos con el ordenador como si él fuera un imán electrónico del que es imposible prescindir.

3°) Me gustaría haber tenido la oportunidad de expresar mis sentimientos.
¡Cuántas veces hablamos mal de la vida ajena y callamos los elogios! Postergamos para mañana, y luego para mañana… el momento de manifestar nuestro cariño a aquella persona, de reunir a los amigos para celebrar la amistad, para pedir perdón a quien hemos ofendido y para reparar injusticias. Enfermamos golpeados por resentimientos, amarguras, deseo de venganza. Y para quedar bien con los demás dejamos de expresar lo que realmente sentimos y pensamos. Y poco a poco la termita del desencanto nos corroe por dentro.

4°) Me gustaría haber tenido más contacto con mis amigos.
Las amistades son raras. Pero además no siempre sabemos cultivarlas. Preferimos la compañía de quien nos da prestigio o facilita nuestro alpinismo social. Desdeñamos a los verdaderos amigos, a veces de condición inferior a la nuestra. Cuando alguien se encuentra en fase terminal, y más se necesita el afecto, ¿a quién llamar? Quien nos visita en el hospital, además de nuestros allegados por vínculos de sangre, y que muchas veces lo hacen por obligación, ¿no es por cariño? En la cultura neoliberal, los moribundos son descartables y la muerte un fracaso. Y no se desea la compañía de los fracasados…

5°) Me gustaría haber tenido la valentía de haberme dado el derecho de ser feliz.
Ser feliz es cuestión de elección. Pero vamos aplazando nuestras elecciones, como si fuéramos a vivir 300 ó 500 años… O esperamos que alguien o una determinada ocupación o promoción nos haga felices. Como si nuestra felicidad estuviera siempre en el futuro, y no aquí y ahora, a nuestro alcance, siempre que nos atrevamos a pasar la página de nuestra existencia y nos decidamos a algo muy sencillo: hacer lo que nos gusta y disfrutar de lo que hacemos.

Frei Betto es escritor, autor de “El arte de sembrar estrellas”, entre otros libros. http://www.freibetto.org/
twitter:@freibetto.

El arte de reinventar la vida | Cubadebate.


El terrorista rubio de ojos azules | Cubadebate.

Los prejuicios, como las mentiras, nacen de la falta de información (ignorancia) y el exceso de repetición. Si los padres de un niño blanco se refieren en términos peyorativos a negros e indígenas, a judíos y homosexuales, difícilmente el niño, cuando sea adulto, se librará del prejuicio.

Los medios usamericanos inyectaron en Occidente el sofisma de que todo musulmán es un terrorista en potencia. Lo que indujo al Papa Benedicto XVI a cometer la pifia de declarar, en Alemania, que el Islam es originariamente violento y, en su primera visita a los Estados Unidos, a visitar una sinagoga sin tener el cuidado de repetir el mismo gesto en una mezquita.

En cualquier aeropuerto de los países desarrollados un pasajero con ropa islámica o cuyo perfil fisonómico recuerde a un saudita, seguro que es apartado y meticulosamente revisado. Ahí está el peligro… nos dice el prejuicio que se nos metió.

Sin embargo, el terrorismo no ha sido inventado por los fundamentalistas islámicos. De él han sido víctimas los árabes atacados por las Cruzadas y los 70 millones de indígenas muertos en América Latina en el transcurso del siglo 16, a causa de la colonización ibérica.

El mayor atentado terrorista de la historia no fue el perpetrado contra las torres gemelas de Nueva York hace diez años, y que causó la muerte de tres mil personas. Fue el practicado por el gobierno de los EEUU: las bombas atómicas lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Murieron 242.437 civiles, sin contar las muertes posteriores por efecto de la contaminación.

De repente la edificante Noruega -tan edificante que concede anualmente el premio Nobel de la Paz– se ve como escenario de dos atentados terroristas que han dejado decenas de muertos y muchos heridos. La imagen bucólica del país escandinavo es sólo aparente. Tropas noruegas también intervienen en Afganistán y han dado apoyo a los EEUU en la guerra de Iraq.

Tan pronto como dicha noticia recorrió el mundo, la sospecha recayó sobre los islamistas. El doble atentado -contra la oficina del primer ministro y en la isla de Utoeya– habría sido una réplica por el asesinato de Bin Laden y por las caricaturas de Mahoma publicadas por la prensa escandinava. El prejuicio funcionó como coherente en la lógica occidental.

La verdad, al ser conocida, desarboló a los prejuiciados. El autor de tan horrible crimen fue el joven noruego Anders Behring Breivik, de 32 años, blanco, rubio, de ojos azules, adepto al fisioculturismo y dueño de una granja de productos orgánicos. El tipo de sujeto que jamás levantaría sospechas en una aduana de los EEUU. Él “es de los nuestros”, dirían los policías acostumbrados a sospechar de quien no tiene la piel suficientemente clara ni los ojos azules o verdes.

Democracia es la diversidad de opiniones. ¿Pero qué sabe Occidente del concepto de terrorismo que tienen en su cabeza un vietnamita, un iraquí o un afgano? ¿O lo que piensa un libio expuesto a ser alcanzado por una bomba tirada por la OTAN sobre la población civil de su país, como denunció el nuncio apostólico en Trípoli?

Anders es un típico escandinavo. Tiene la apariencia de un príncipe. Y alma de vikingo. Es lo que los medios y la educación debieran preguntarse: ¿Qué estamos metiendo en la cabeza de las personas? ¿ambiciones o valores? ¿prejuicios o principios? ¿egocentrismo o ética?

El ser humano es el alma que lleva a cuestas. Amy Winehouse tenía apenas 27 años, éxito mundial como compositora e intérprete, y una fortuna incalculable. Nada de todo ello le sirvió para ser una mujer feliz. Lo que no encontró en sí misma lo buscó en las drogas y en el alcohol. Murió prematuramente, solitaria, en su casa.

¿Qué se puede esperar de una sociedad en la que, de cada diez películas, 8 exaltan la violencia; el padre abraza a su hijo en público y ambos son agredidos como homosexuales; el conductor de un Porsche choca a 150 k/h con una joven abogada que perece en el accidente y él continúa libre; el político se indigna con el malhechor que asaltó a su hija y, por su parte, mete mano al dinero público y se extraña de que sea expulsado?

Mientras que la diferencia genere divergencia permaneceremos en la prehistoria del proyecto civilizatorio verdaderamente humano.


En honor

a las Marianas y los Maceos

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